Desigualdades

Por Ernesto Bilder

El famoso economista ingles J. M. Keynes, escribirá en su obra «Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero» de 1936…»Los principales inconvenientes de la sociedad económica en que vivimos son su incapacidad para procurar la ocupación plena y su arbitraria y desigual distribución de la riqueza y los ingresos».
El tema de la desigualdad patrimonial y de las remuneraciones tiene larga historia. La sociedad europea del siglo XIX configuro la igualdad política al reconocer que el poder no provenía ni de los Dioses ni de los Reyes, sino de la soberanía popular. Con la instauración del principio que a cada ciudadano le corresponde un voto se fundamento la democracia moderna. Sin embargo, en paralelo, la organización económica que estructuro fue el sistema capitalista desigual interna e internacionalmente. En 1917 la revolución Bolchevique en Rusia intento terminar con esta consecuencia planteando la supresión de la propiedad privada y de sus clases sociales, pero implosiono en 1989 y sus predicamentos perdieron actualidad. Con posterioridad a la segunda gran guerra (1939-1945) el mundo vivió un periodo de crecimiento y bienestar colectivo que hicieron pensar en una nueva etapa donde más que la pugna entre ricos y pobres se imponía una generalización de las denominadas «clases medias». Definición que abarco los ingresos, actitudes políticas, lugares de vida y costumbres. Sin embargo la inestabilidad económica, llevo en mayo de 1968 a la revuelta de París que denunciara las injusticias y el carácter alienante del sistema, con el conflicto social negociable como componente normal del capitalismo.
El economista ruso-americano Simón Kutnets (1901-1985), premio Nobel en 1971, sostendrá que la desigualdad tiende a disminuir con el desarrollo. En la medida que aumentaran el empleo y la productividad mejorarían los ingresos. En otros términos, la inequidad distributiva disminuiría con el crecimiento. Las últimas décadas han probado su error. A partir de finales del setenta del siglo pasado, se configura un nuevo cambio de escenario mundial donde regresan los periodos de crisis cíclicas como la muy fuerte del 2007-2008 . Quien analizo esta situación es el francés Thomas Piketty en su obra del 2014: «El capital en el siglo XXI», donde refuta la idea estadounidense que el capitalismo mejora la calidad de vida de todos. Sosteniendo que la desigualdad está creciendo en la actualidad a un ritmo elevado, proponiendo un impuesto progresivo sobre la riqueza como posible atenuacion de esta tendencia. La ilusión de agrandar indefinidamente la clase media se había marchitado.
El sistema económico tiene dos polos de referencia, el Estado y los mercados, sin embargo el grado de independencia que tiene cada gobierno varía entre una total neutralidad o la aceptación de compromisos con grupos económicos y/o capitalistas amigos, sindicatos, empresas o socios partidarios . A su vez los mercados son competitivos o concentrados, siendo sus consecuencias muy diferentes para la equidad social. Cuando más monopólicas sea las empresas más desigual será la distribución. Nuestra historia reciente nos da buenos ejemplos de las turbulencias económicas y sus consecuencias.
La necesidad de controlar los abultados déficit fiscales y la alta inflación durante el gobierno de Isabel Perón llevaron al Rodrigazo de 1975. Sus repercusiones dieron argumentos al golpe militar del año siguiente y al ajuste que instrumentara el ministro M. de Hoz.
La crisis de la deuda de los ochenta tendrá su epilogo en la hiper inflación de 1989 y 1990, la primera con la adelantada salida del presidente R. Alfonsín y la segunda que tomara los comienzos del gobierno de S. Menem quien dolarizará la economía. En este capítulo la financiación pública se hará en parte significativa con la emisión de títulos de deuda. La herencia inmanejable que le dejara a su sucesor será esta «convertibilidad». La peligrosa situación arrastrara al débil presidente De la Rúa a renunciar en diciembre del 2001 a los dos años de su elección. A fines del mismo año, imposibilitado el país de cumplir sus compromisos, declarara el default de su deuda y entrara posteriormente en una tediosa y larga negociación con los acreedores externos. Cada uno de estos cimbronazos aumentara la marginación y enviara más gente a la pobreza.
Una constante del último medio siglo ha sido el déficit fiscal, un problema de compleja solución, ya que se ha financiado en distintas proporciones con endeudamiento interno, emisión monetaria y con préstamos internacionales. La inflación ha sido la molesta y peligrosa presión sobre la economía al agudizar la conflictividad. Nuestro Estado gasta mucho más que sus ingresos y debe de algún lado financiarlo. Si bien cabe distinguir entre que una vez que los precios comienzan a subir distintos participantes del juego hacen su parte para agravar el problema. La situación Argentina es sumamente delicada ya que unos 20 millones de habitantes reciben alguna forma de pagos estatales, por ser empleados del Estado nacional, provincial y municipal o perciben subsidios y/o apoyos gubernamentales tales como jubilados o pensionados. Su tamaño representa una parte considerable del déficit público.
Lograr construir una sociedad más igualitaria e inclusiva es y será un duro desafío de nuestros próximos años aceptado por la mayoría.

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